No somos enemigos,
ni adversarios ni rivales,
no somos prisioneros
ni ilesos de una guerra.
Faltaron los conflictos,
los disparos y emboscadas,
las largas alambradas,
el suelo minado en la frontera,
las trincheras.
En medio de la noche
ni estrellas ni bengalas,
solo sutiles movimientos
en una retirada.
Sin otras intenciones,
sin visa diplomática,
ni un salvoconducto
ni treguas, ni alto el fuego.
Un muro de silencio nos separa,
filas de interrogantes,
una niebla espesa,
y la oscuridad de la ceguera.
No somos enemigos,
palabras atesoradas en cartas viejas,
un puñado de canciones,
algún poema.
Todo se desvanece,
todo es ceniza,
fugaz como la vida o las tormentas,
frágil y liviano como un latido.
No somos enemigos,
el tiempo y la distancia son tenaces,
crueles y mortales.
No somos enemigos,
ni nombres olvidados
en fechas superpuestas
en versos encallados.