Paraguas de corcheas


Llueve.


Salimos del subte y ante la caída de tanta agua que nos empapa cuando ascendemos en la lentísima escalera mecánica, la gente se empuja, se apura por colocarse a resguardo.


En la calle una película gris empaña las luces de las marquesinas y los autos. Los que salieron del subte como yo, tratan desesperadamente de no mojarse.


No leo los diarios para no desinformarme y tengo miedo de no haberme enterado que el pronóstico anunciaba para la tarde hoy chaparrones de lluvia ácida o que junto con el granizo caerían tirantes y gatos muertos.


No tenía paraguas como los que corrían ante el inminente ataque nuclear, pero tenía mi mp3. Me los calcé y contemplè la calle y saqué esta instantánea.


Sonaban los Beatles.


Unos chelos barrocos, unas corcheas, me inmunizaron. Sonreí estúpidamente ante esos arreglos sutiles de la inmortal guitarra de Harrison.


Es cierto. La música tiene propiedades terapéuticas. Ante el caos y el desconcierto, nada como un buen disco como antìdoto.