Fronteras

Caminaba con dificultad, apoyada en el bastón, mirando el suelo.
Las arrugas daban señales de su edad, pero la cicatriz mayor la llevaba en la mirada.
Al pasar al lado mío, algo me dijo que no comprendí, pero primero saludé porque todo el mundo se saluda, aunque no se conozca. Me hizo un comentario sobre un señor mayor sentado a una de las mesas en la entrada del hotel y que al parecer, hacía unos días la había insultado.
"Disculpeme que lo moleste. No quisiera ofenderlo"
- No me ofenderá.
"¿Podría ayudarme con algo?
- Puedo ayudar con unas monedas.
"Mas que suficiente. Que Dios lo bendiga"
Fue otra prueba que estaba en Posadas. Porque en Buenos Aires, hasta para pedir limosna somos prepotentes.