El pájaro

Soportaba con gallarda dignidad el encierro,
los movimientos mecánicos,
las obligaciones puntuales.
Lucía con justificado orgullo su brillante plumaje,
su pose erguida, sus alas inútiles.
Vivía pendiente del tiempo,
no le importaba el desdén de la gente,
apenas se asomaba al Mundo haciendo escándalo,
con sus ojos fijos en la libertad perdida,
repitiendo hasta el hartazgo su trinar monocorde,
ese que no llama a hembra alguna,
ni pide socorro ni anuncia demoras.
Resistía la ignorancia y el mal gusto
de confinarlo a esa celda lejos del bosque.
Aceptaba cualquier observación humana,
hasta el desprecio,
pero si pudiera liberarse mataría,
le quitaría con el pico los ojos, las entrañas
a todo aquel que lo llama Cu-