Penitencia

Viejo, muy viejo. 29 de mayo del 87. Épocas de economías terribles y peores laburos. Escrito para Nico, que tenía entonces 5 años.



Penitencia
A vos te digo, gurrumín,
enano sabio,
a vos que te metés la plaza en el bolsillo,
a vos que estás mirando, sin saberlo
como todas las cosas se hacen chicas.
A vos, al que le ajusta el zapatito
y trae golosinas a escondidas,
que hurga en los rincones, haciéndose preguntas
y se llena de asombro con la magia.
A vos que te asustaban los payasos,
que te gusta escuchar los grillos y el silencio.
A vos, abrazo de oso,
a vos cara achaplada,
sonrisa de verano y calesita.
A vos te digo, duende,
andá sabiendo,
que aunque me veas cansado y medio lento,
con los ojos vidriosos, haciendo cuentas
y no anda por la casa de pirata.
Que aunque no monte lunas de juguete,
ni salga a arriar con vos a las estrellas,
que me vuelva un poco torpe galopando
y esté un poco molesto de oficina.
Te hablo de esos días de sordera
que no escucho tu temible: ¡¡¡Arriba las manos!!!
ni el silbido de canciones mías,
tus tardes de jardín o tus porrazos.
No, no estamos jugando a los fantasmas
porque como te dije,
esos no existen.
Hablo de esas noches que me pedís un cuento
Y me llevás al living para preguntar qué pasa.
A vos te digo, forajido
que hablás igual que yo
y sabés el nombre de mi jefe,
porque es la cantinela de esos días,
la mancha de humedad de nuestro encuentro.
A vos te digo, gato,
no lo dudes,
saldremos a pintar nuestro domingo,
tus témperas azules, tus secretos,
mis cielos sin hollín, mis mariposas.
A vos te digo, enano,
no te asustes,
que aunque me veas así,
no existen los fantasmas
ni estás en penitencia.