Una flor, un dado y una tía

 


En el breve trayecto desde la cocina al dormitorio, recién desayunado, me acordé de un cuento que escribí hace años: “Una flor, un dado, una tía”. Yo escribía espectáculos humorísticos, cuentos, poesías y un artista plástico que veía tres veces a la semana por entonces, Fabián Cereijido, me recomendó que hiciera un taller con Humberto Costantini con una acotación muy alentadora: su padre hizo uno con el maestro en México para mejorar su sintaxis en las tesis de física y terminó publicando un libro de cuentos. Con esos antecedentes era imposible no intentarlo.

Así como Dalmiro Sáenz contaba en su caja de herramientas con ejercicios literarios impactantes como “setenta maneras de bañar a un elefante”, Humberto tenía los suyos. La primera consigna a cumplir en una semana de trabajo en su taller fue escribir un cuento en cuya idea rectora y en su desenlace pesaran de forma determinante tres elementos: una flor, un dado y una tía. Me aboqué al trabajo y luego de leerlo en el taller con mis compañeros y hacer las correcciones necesarias quedó terminado como un cuento. Fue mi primer trabajo reconocido como tal por un escritor. Esto ocurrió en 1986 y en ese tiempo no había computadoras, Word, archivos digitales, pendrives ni nube. El cuento se escribió en mi querida Olivetti Lettera 32 y pasó del archivo de los papeles a las mudanzas y de allí a los objetos perdidos. Algunos que se conservaron en papel fueron tipiados con la ayuda de mi hermana Teresita, como aquel puñado de cuentos humorísticos publicados en el diario Página 12 y que sirvieron de prólogo para que la editorial Planeta me diese la oportunidad de publicar un libro sobre historia nacional en clave humorística. Ese cuento del taller con Humberto se perdió y hoy me hubiese gustado volver a leerlo.

Pensé en si me aventuraba a escribirlo nuevamente pero sabía que perdería su esencia primaria, su impulso iniciático, su vuelo y la frescura del tiempo en que no tenía tanta literatura encima y tanta autocrítica. Yo debo haber envejecido como el papel que conserva el original.

Me pregunto qué habrá sido de la vida de aquellos personajes, dónde se habrán anidado sus sueños. En el tiempo transcurrido el cuento y yo hemos soportado inviernos, lluvias, veranos, días luminosos, noches oscuras y quizás, solo en esta mañana, se hayan alineado nuestras búsquedas personales para encontrarnos nuevamente.