La milonga
Todos los jueves
a la misma hora se encontraban en las clases de tango de una milonga de
Palermo. Se conocieron allí y en el tiempo en que compartieron la pista de
baile no se dirigieron la palabra. Hablaban los cuerpos, una comunicación
física, profunda, nunca verbal. Por el sensual roce en los movimientos
percibían qué tipo de día había tenido el otro y el corazón de ambos galopaba
cuando la maestra de tango indicaba el cambio de parejas. El hechizo se rompió
una tarde en un paso cruzado hacia adelante cuando él nombró a una mujer.
Humberto
Cuando el exilio
en México carcomía los recuerdos de su amada Buenos Aires Humberto Costantini
apeló a los recursos del novelista y a la magia del poeta. Tomaba una guía que
tenía el plano de la Capital en distintas hojas, señalaba un punto al azar a
ciegas con su dedo índice y luego observando donde se había posado describía
los mínimos detalles del lugar. De ese ejercicio nacieron brillantes poemas
para su libro Cuestiones con la vida.