Grandes descubrimientos para la humanidad sucedieron de manera casual. Benjamín Franklin es un ejemplo.
Con el paso de los años, se han descubierto las verdaderas causas y factores de un hecho que pocos tenían claro.
La imagen que ven sobre el texto corresponde a un plato de locro y según Wikipedia, que todo lo sabe:
El locro (del quechua ruqru o luqru) es un guiso a base de zapallo, porotos y maíz que se consume en la zona de la cordillera de los Andes, desde Argentina y Chile hasta Ecuador, pasando por el Perú y Bolivia.
Suerte de guiso cuyo origen es indudablemente prehispánico y preincaico, típico de varios pueblos andinos que basaban gran parte de su dieta en el maíz o los porotos y la papa.
Su consumo es masivo los 25 de mayo para festejar el día de la Revolución, y yo que soy parte de la masa, salí a comprar mi porción de puro patriota que soy.
Si se detienen a observar el recipiente que se encuentra a la derecha del plato de locro, notarán que tiene colores salpicados entre el rojo y el verde y es un picante sobre el que no conviene investigar su preparación.
Lo cierto es que si uno le agrega a la porción que va a ingerir este picante, al tragarlo, se le revelan los misterios patrios.
El primer golpe de calor comienza en la garganta y cuando llega al esófago uno no puede contener el grito de ¡¡¡Viva la Patria, carajo!!! abriendo la ventana del living para que se entere todo el barrio.
Cuando pasa el sofocón inicial y se reflexiona, cuando la vida vuelve atrás a tal velocidad que uno pasa de largo su propia existencia y puede regresar como en Volver al futuro a los años de la Revolución y nuestra Independencia, entiende que si la tropa ingería este plato antes de una batalla, era completamente natural salir al campo a pecho descubierto contra la descarga de la fusilería española, con los ojos fuera de sus órbitas y un impulso ingobernable. Con dos platos arrancamos en la batalla de San Lorenzo y no paramos hasta los Pirineos y le damos también a Napoleón si se nos cruza en el camino.
Se entiende porqué el negrito Falucho iba con su tambor arengando a las tropas sin otra arma que sus dos palitos, que a menos que consiguiera clavárselos en los ojos a algún enemigo, no le servían para otra cosa que para agitar el parche.
En tiempos de paz este plato ha sobrevivido al paso del tiempo.
Al contar con una buena cantidad de porotos entre sus ingredientes, durante el día de la ingesta los patriotas seguimos recordando aquellos ruidos de la descarga de la fusilería en combate.