Contuve la emoción y la ansiedad tratando de llamarme a sosiego, por esa noticia tan esperada, envuelto en un loco frenesí revolví el placard, me desilusioné comprobando que la ropa más elegante que poseo, para lucirla como es debido, necesita de un esfuerzo mío, de una contracción al ejercicio, de cierta robusta voluntad para perder unos kilos y estar física y espiritualment acorde a las nuevas que acababa de leer en un afiche callejero, la réplica de la portada de la revista de mayor tirada de nuestro país, la que nos devolvía la esperanza, el ver concretados nuestros anhelos más remotos y urgentes, volviéndonos a movilizar en un festejo histórico, en un todos a las calles, argentinos, sacando lo mejor de nosotros mismos, la alegrìa de ser y no de aparentar, el noble e histórico hecho trascendente, como para que yo salga a buscar un traje, un buen par de zapatos, una corbata italiana y tenga mi máquina fotográfica pronta. "Será reina" y la foto en primer plano de Máxima sonriente, nuestra Máxima, Nuestra Majestad, la ironía de los astros y el destino: nuestra Máxima ambición, nuestra máxima representante en el Mundo de la Nobleza. Máxima, reina de Holanda, pero argentina al fin, una reina gaucha.
Y salí disparado hacia la tintorería, porque aunque la ocasión amerite ponerte a tono con el evento, el presupuesto me devuelve a la realidad de mi condición de humilde plebeyo y a darme cuenta que en una foto multitudinaria, entre miles de argentinos embanderados, no se notará que mi camisa también es nueva.
Salí a la calle y alguien con gesto adusto, de mirada apagada, alguien evidentemente desinformado sobre la buena nueva, me alcanzó un panfleto donde una rama importante y muy bien informada de la Iglesia evangélica anunciaba el fin del Mundo para el 21 de mayo del 2011.
Allí se me cayó el alma al piso. Tengo cita en el dentista el 24 y no creo que en el consultorio se hayan enterado, sino me hubiesen llamado para cancelar.