Vos y tu taxi

 
El primer poema lo escribí a los doce, inspirado en un viaje tuyo y la distancia.
El primer poema lo escribí a los doce, inspirado en un viaje tuyo y la<br /> distancia
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Tu hija y mi hermana me mandó un mensaje de texto hace unos días, mientras yo estaba lejos, en otro viaje, recordando la fecha exacta, hace tres años, en que vos emprendiste el último. Me dijo que se iba a tomar un whisky, como el que yo me tomo ahora, para recordarte en uno de tus momentos más placenteros, en tu verdadera y genuina dimensión.
Papá, no te quedás quieto ni estando muerto!!!
La otra noche, a punto de conciliar el sueño, me acordé de una de tus anécdotas, una de las tres mil cien, que siempre me causaron gracia y me largué a reír, pero a reír tentado de verdad. Gracias.
La voy a contar en primera persona, como la contabas vos.

“Había empezado hacía poco como taxista y mi primer auto fue un Playmouth 39, un auto largo, con estribos debajo de las puertas, como el auto de Elliot Ness. Los zócalos estaban tan picados que en el invierno entraba un chiflete que te cortaba los tobillos.
Me toma un tipo una noche a la salida de una boite y a las tres cuadras de ir por Libertador, el tipo estaba acurrucado en el sobretodo, asomando la nariz y con los pies en
cuclillas arriba del asiento. Me dice “Viejo, este auto es para pingüinos!!!

Sube un yanki para que lo lleve hasta una fiesta repituca. Cerca de la entrada, estaba estacionado un Mercedes y el tipo me dice “Aparque detrás de ese carro”.
Y yo le digo: “Eso no es un carro, eso es un auto, esto es un carro”.
“Esto no es un carro, es una carretilla”

Estaba en la parada de taxis, se estaba haciendo de noche y venía una tormenta. Cae
una familia y me pide que la lleve a José C Paz. Le digo que no, que no podía y un boludo que vivía en la parada me dice: ¿cómo te vas a perder un viaje así?,vamos que yo te acompaño”. “No se puede el auto no está bien”. “Pero, si es una boludez”. Me rompió tanto las pelotas y la gente que insistía, que por favor, que le dije que si.
Cuando estoy subiendo al primer puente de la Panamericana la tormenta había puesto el cielo de noche y el que venía de acompañante al lado mío (ibamos tres adelante y cuatro atrás) me dice “prendé la luz alta…” Callate, boludo que esa es toda la luz que hay”. La Panamericana recién terminada, no se veía una mierda, no andaba el limpiaparabrisas, nadie hablaba. Me pregunta mi compañero “No veo un carajo”queriendo asomar los ojos por afuera del vidrio. Quedate tranquilo que yo tampoco”. “¡Qué jodido que esto!”, ya a punto de llorar. “Te dije boludo, que no era para salir”. Como a la Panamericana la estaban acondicionando todavía, el auto iba un poco por el pavimento y otro poco por los canteros, a los banquinazos. Silencio total, nadie decía nada, yo creo que rezaban. Y escucho a mi compañero que dice “Que manera boluda de venir a jugarme la vida, yo”