Felices fiestas
El Gran Ruffini
Grandes revelaciones de Facebook
Mi padre no es mi padre:
Me lo dijo tía Emilia mientras tomábamos el té. "No etiquetes como tu padre a Manuel. Tu padre se llama Rafael y sale libre el mes que viene"
En pocos caracteres, dos verdades.
Mi jefe no me banca.
Lo supe por un amigo en común que me dijo que subió una foto de la fiesta de fin de año de la empresa y le puso el nombre a cada uno y a mi me etiquetó "la larva". Además, fue como un preaviso porque la comentó: "Somos 36 pero el mes que viene 35"
Mi mujer no tiene la edad que me dijo.
Entré al perfil para chusmear y nació en el 47.
Mis amigos de Facebook no me quieren tanto.
Subí una foto de un día de pesca con la barra y la comentarios varios.
"Salimos a pescar y el pescado mas grande estaba con nosotros arriba del bote"
"Che, nadie se animó al empujón. Cuanta cobardía. Si saben que nada como el culo"
"La jermu me llamó a medianoche. ¿Qué pasó? Escucho que está tratando de entrar..."
"Pepe no aflojó bien la tabla del muelle donde lo sentamos..."(sigue...)
"Es más práctico la cacería. Son muchos los accidentes. Las armas las carga el diablo y nunca fue en cana"
Mi vecino armó un grupo en Facebook
"Todos contra el pelotudo del 3° J. Ayer volvió de pescar..."
No tiren la cadena

La Revolución de Narjundi

A mis seguidores en el Twitter
No hay muchos secretos. Mis últimos mensajes los hacen sentir on-line en mi vida y ya forman parte del libro de próxima edición: "El Twist del Twitter".
No están las claves de mi éxito. Están las frases que hacen sentirle a mis seguidores "Carajo, está viviendo y pensando lo mismo que yo".
Un día en la vida. Un momento en el día. Un instante, una reflexión.
Cerré el portón de casa. Antes cerró el almacenero y no tengo azúcar.
Otra vez el perro del vecino cagó en mi vereda. ¿Los perros cagadores imitan a sus dueños?
Llovía a la mañana. Ahora hay sol. ¿Qué hago con el paraguas? ¿Y si se abre?
Mi jefe me ladró. Me acordé del perro del vecino. ¿Los jefes imitan a sus perros?
Abrigarse que hace frío. ¿La sensación térmica también la da el INDEC?
Renunció Cappa. Cappaz que ahora mejoran los resultados.
¿Me seguís?
Si la valija no te cierra pero la ventana sí, ¿será que conviene ir a Sierra de la Ventana?
Yo era radical de la primera hora pero a última hora me pasé a la oposición.
Abrí tu mente. Abrí tu corazón. Abrí tu Twitter.
Un amigo es una luz en la oscuridad, menos en el cine que es el acomodador.
Cayó la bolsa. ¿Qué será ahora de la vida del Hombre de la Bolsa?
Voy a soñar unas horas y si ustedes me siguen...
Sale mi libro. Sale en inglés es venta, así que ya saben, éxito seguro.
Los amigos goi se encuentran en el bar, los judíos en el Bar Mitzvah
El profe y yo
La historia nos juntó una noche en la Universidad de Morón en un acto en contra del festejo de los 500 años del encubrimiento de América.
Me dejó pasmado con sus claras estadísticas leyendo la historia nacional en una clase magistral ante un auditorio colmado.
Se rió con lo que leímos de nuestra obra con Guarnerio y nos hicimos amigos.
Sin él no hubiese salido mi libro "Disparates". Sin él no hubiese salido "Del Cabildo al Shoping" con Pinti.
Anoche nos cruzamos en correos. El escribía y yo también sobre la muerte de Néstor Kirchner.
Este es el correo de mi profesor de historia preferido: Jorge Cattenazzi.
- volvió a poner el tema de las violaciones de derechos humanos en agenda (sin punto final ni obediencia debida)
- estructuró una Corte Suprema de rango internacional (y sin obediencia al poder ejecutivo), proponiendo públicamente los nombres de los candidatos (lo que es un derecho del Poder Ejecutivo) para que todas las personas y organizaciones opinaran sobre el candidato.
- Termino con el default, reestructurando la deuda externa(eterna) con una significativa quita (durante el mandato de su mujer se realizó el segundo arreglo con los bonistas). Solo quedan, prácticamente los fondos buitres (alguno plantea que se les debe pagar lo que piden?).
- Sacó de la pared de la Esma los retratos de dos asesinos (Videla y Bignone).
- Convirtió a la Esma en un lugar de la memoria, quitándosela a la marina.
-Dió nueva vida, a pertir de la decisión de la Corte de anular las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, a los juicios sobre violaciones a los derechos Humanos.
- Nos sacó del corsé asfixiante del FMI, pagándole (con reservas genuinas) su deuda (acuerdense cuando venían los emisarios del fondo sus recetas ¿quieren volver a eso?
Y junto con su mujer
- Reestatizó el sistema jubilatorio (para que los abuelos no queden en la calle)
-estableció dos aumentos de las jubilaciones por año (que son insuficientes, pero algo mejor a que te rebajen el 13% de tu salario en un contexto de inflación).
- Le intentó tocar el bolsillo a la patria sojera (con errores, es cierto, mezcló a los grandes con los chicos y por eso perdió, pero por qué en el capitalismo está mal que paguen los que más ingresan y no todos por igual?).
- Dieron la ley de medios que democratiza el acsesoa los medios de comunicación y ataca el control monopólico (no era que Adam Smith decía que el monopolio en la oferta o la demanda altera la libertad de mercado?)
-permitió la libre expresión de la protesta de todos sin represión. DE TODOS .
- le dió rango internacional a la Argentina como no tenía (por lo menos en los últimos 50 años) : bloqueo al ALCA en Mar del Plata, robustecimiento al Mercosur, Excelentes relaciones con Brasil (nuestro socio mayor). Vital importancia en los conflictos Venezuela-Colombia y en el intento de golpe de estado a Ecuador. Y un montón más que en este momento no me acuerdo.
Es una pérdida inmensurable, por dos motivos:
1) cómo va a reaccionar el PJ. Se bancará el liderazgo de Cristina (es un partido hipermachista, no se si se hubiera bancado a Eva, y eso que Eva los cagaba a tiros si la enfrentaban). Podrá Cristina o será desplazada por algún boludo (o algo peor que anda suelto).
2) Si Cristina no logra mantenerse, quién vendrá? Los que ya estuvieron y así quedamos, o Mauricio y así quedaremos. Como verán omito a Lilita, es demasiado fuerte siquiera para pensarlo.
Se murió un gran presidente (por lo menos en relación a lo que hemos tenido). Es una enorme pérdida, no para los peronistas (para ellos desde luego), sino para los que pueden pensar desde una mirada amplia, no sectaria.
Por eso me pregunto: los que hoy están festejando ¿Qué festejan? ¿Quiénes son? Qué pretenden? Dios salve a la Argentina de esa gente.
No se para que mierda escribí esto (tenía necesidad de hacerlo, de desahogar la angustia por el futuro). Los amigos que comparten a los tres renglones dejarán de leer, justamente porque comparten. Los amigos que no comparten, a los tres renglones dejarán de leer, justamente porque no comparten. En verdad lo escribí para mí, necesitaba hacerlo y el enviarlo es sólo una escusa. Mi afecto para todos ustedes.
Práctica forense
Animal Planet
Sus leyes no siempre son naturales.
Hay muchos casos de animales que viendo a un ser indefenso, enfermo, o en desigualdad de condiciones, pese a pertenecer a su cadena alimenticia, lo ignoran. O sea, no matan para comer sin un código natural sobre el que desconoceremos por siempre su origen.
En el Subte línea B de Buenos Aires uno puede encontrarse con una pareja de ciegos que recorren los vagones, el hombre tocando el acordeón a piano y la mujer recogiendo las monedas que el público coloca en un vaso de metal que ella lleva en la mano. Se escucha en cada gesto el ruido.
Entraron al vagón como siempre, mientras caminaban despacio ella dijo: "Si quieren colaborar, tóquenme el brazo. Hay quienes nos roban el dinero".
Alguien que le roba a un ciego no puede ocupar el último escalón de los seres vivos.
Rezo por vos

Obsérvese la imagen con detenimiento.
El hombre en un gesto inequívoco de postrarse ante su creador, un gesto de oración y arrepentimiento.
Acaba de comulgar y piensa en sus pecados.
Un buen cristiano.
Un hombre de iglesia, un hombre de fe.
Un hombre sumiso ante la justicia Divina.
Y Dios lo observa en su recogimiento y en su oración.
Y Dios justo como ninguno, pregunta a sus arcángeles, quien es este hombre que le rinde abnegado tributo.
Jorge Rafael Videla. Dictador argentino. Responsable directo de la desaparición, tortura y muerte de 30000 personas.
Somos lo que comemos

Y uno se detiene a observar lo que ingiere y hace un esfuerzo por no desmayarse cuando ve que en la cacerola puso a hervir unos trozos de pollo. Y el pollo cambia de forma y deja salir a la superficie un olor extraño junto con unas manchas de color lechoso que tampoco es la grasa que el agua en ebullición hace emerger.
Entonces se acuerda que escuchó decir por alguien que sabe que en un par de meses un pollo pesa un par de kilos y tiene una pechuga que a uno le hace pensar que ese pollo fue hijo legítimo de Arnold Schwarzenegger. Y todo esto a base de unas hormonas que le dan al pobre animal mientras le mantienen la luz encendida haciéndole creer que es de día y el come y come y come todo el tiempo, totalmente ajeno a su destino poco feliz y a la responsabilidad directa de envenenamiento en masa que ha planificado su criador. Y el pollo tiene una vida sin sol, sin caminar, sin buscar lombrices, sin saber lo que es el maíz, ni las semillas, ni el aire libre, ni el progreso, ni el pasto, casi como si fuera un ser humano.
Entonces miramos la verdura y la cortamos y no tiene aroma ni sabor ninguno. Y allí nos enteramos que le poneen unos fertilizantes y la riegan con unos pesticidas que podrían haberse usado en la guerra de Irak con mayor efectividad que las bombas radioactivas.
Y los transgénicos y los procesos de congelamiento y los almacenajes y las exigencias de crecer, crecer, crecer, ponerse bella, madurar, ser productiva, casi como si fuera un ser humano.
Entonces pienso que en este orden las especies tienden a ser todas iguales tarde o temprano. Y que de aquí a la antropofagia hay un paso muy corto, casi como ya nos sucede a los seres humanos.
Fronteras
Las arrugas daban señales de su edad, pero la cicatriz mayor la llevaba en la mirada.
Al pasar al lado mío, algo me dijo que no comprendí, pero primero saludé porque todo el mundo se saluda, aunque no se conozca. Me hizo un comentario sobre un señor mayor sentado a una de las mesas en la entrada del hotel y que al parecer, hacía unos días la había insultado.
"Disculpeme que lo moleste. No quisiera ofenderlo"
- No me ofenderá.
"¿Podría ayudarme con algo?
- Puedo ayudar con unas monedas.
"Mas que suficiente. Que Dios lo bendiga"
Fue otra prueba que estaba en Posadas. Porque en Buenos Aires, hasta para pedir limosna somos prepotentes.
Los regalos

Pero hay que hacer una pausa y pensar que no está bien regalarle una peineta a una mujer calva, un dvd a un ciego, un piano a un manco, tener una idea aproximada de la utilidad del regalo.
Y están los otros obsequios, esos que son un compromiso para que los recibe porque tiene que pensar dónde colocarlo, qué hacer con él o con qué tipo de combustible arderá mas rápidamente.
Observen estos simpáticos caballitos de la foto.
Hay ciertos adornos orientales que uno jamás colgaría en su casa, porque no hay onda para las cortinas con colgantes o esos faroles blancos y rojos. ¿Qué hacer con estos caballitos, por ejemplo, cuando uno no es dueño de un stud, ni es del campo, ni posee una caballeriza, ni practica equitación, ni pato, ni polo, ni es cartonero y la última vez que vio un caballo fue en la calesita del barrio?
Uno debe agradecer lo que se le ofrenda y tomar un problema. Porque quizás el que los regala espera verlo sobre un mueble, una repisa, al lado del teléfono cuando viene de visita. Y el que lo recibe tiene que pensar que hay otras visitas que llegan a la casa y explicarles porqué tiene a esos dos simpáticos caballitos sobre la biblioteca.
Uno podría responder que es un regalo. Un caballito que nos hace acordar a otros caballitos que no corren por el campo, ni relinchan, ni galopan pero que a veces salen de compras.
El espejo roto
Cerró su agenda y la
colocó a un costado de la silla, sobre las rodillas apoyó la cartera mientras
le echaba un vistazo rápido a la bolsa del suero y a la ventana que daba a la
calle, miró el reloj de pulsera y abrió el espejo, partido en dos, la cicatriz
en la imagen era la mejor prueba que los siete años de desgracia eran falsos y
que al abrirlo ya no recordaba como al principio la causa del accidente, la
razón principal por la que decidió conservarlo, comprobó que no debía retocar
el maquillaje de los ojos pero si el rubor, ceremonia que precedía al cambio de
identidad ocasional y al gesto automático de tomar el dinero que habían dejado
para ella sobre el mueble que oficiaba de mesa de noche. Levantó la vista y se
persignó mirando al crucifijo que colgaba sobre un clavo contra la pared donde
se apoyaba el respaldar de la cama, repasó nuevamente la agenda para comprobar
el piso, la sala, la habitación, el nombre del cliente y la que a partir de
unos minutos sería su historia personal.
Sería Gladis durante los segundos que duraría el ascenso de los veinticuatro
escalones hasta el próximo piso y al cruzar el pasillo que la condujera hasta
la habitación de Fermín, donde comenzaría a ser Esther, madre de dos hijos a
los que no ve desde hace un año, el mayor que reside en Canadá como biólogo y
el mas chico y el más disloco, que nunca aceptó la segundas nupcias de su
padre, pintor de profesión, rebelde de vocación. Sabía que Fermín no abriría
los ojos durante la hora y media que duraba su trabajo, que encontraría como
siempre un cheque debajo del florero, que el álbum de fotos familiares y las
referencias de lugares y personas estaría en orden y escrito con la letra
minúscula de la hermana de Fermín y que podría demandarle algún esfuerzo extra
leerla, sobre todo cuando la luz de la sala se volvía tan débil como la
respiración de su cliente.
Entró por primera vez al hospital una tormentosa noche de invierno siete años
atrás después de permanecer cuarenta minutos abandonada en el pavimento hasta
que la rescató una ambulancia, ese viaje inconsciente, la sensación de
parálisis, esas voces extrañas que murmuraban a su alrededor cuestiones sin
importancia, el golpe de suerte de quedar tendida boca arriba, porque la calle
era un río caudaloso y a esa hora la tormenta arreciaba. La hemorragia fue
disimulada por la correntada pero llegó al hospital demasiado débil como para
considerarla fuera de peligro.
En el cuarto le habían dejado una porción de torta y un ramillete de fresias
que oficiarán de tema central de conversación en los primeros minutos del
encuentro. Sabía por la agenda, que hoy era su cumpleaños. Cerca de la porción
de torta varias esquelas escritas y dibujadas por niños a quienes conocía a
través de fotos y algunas voces reconocibles que una Nochebuena escuchó en su
teléfono celular y cierta tarde de otoño de una grabación que le dejaron a su
mejor cliente.
Había llorado. Al principio con tristeza y luego con angustia, esa sorda, aguda
y profunda angustia que produce espasmos. Había recogido los billetes del último
cliente, había calculado que sería imposible reunir el dinero que necesitaba,
pensó en sus tres hijos, sintiendo a la vez la necesidad del abrazo protector
de un hombre y no los que padeció durante media hora, desprovistos de ternura,
contaminados de lascivia, infectados por la obligación de cumplir con una
simple y acordada transacción comercial.
No era de beber y había bebido. Sostenía que el alcohol era un enemigo mortal
de la belleza que siempre hay que estirar lo más posible, porque los años pasan
rápido, una necesidad biológica la impulsó al licor para aliviar el temblor del
pulso, a dejar de arrastrar los pies por el salón para recuperar el porte, a
seguir el consejo siempre sospechoso de Nina de pasar por el baño y darse una
lavada de cara, porque con esa estaba para un baile de disfraces y no para un
sauna de nivel. Y apenas escuchó las órdenes del negro, que ya vino el cuervo
con guita fresca y quiere fiesta con vos y la turca, que va a haber un par de
líneas de frula, algunos chiches para jugar y llamá a la colo que viene con
gente a festejar y ojo con retobarte si ves alguna jeringuita, que vos cobrás
por lo que te pidan estos monos, que gracias a ellos vivís.
Siempre provocadora y bien dispuesta, fatal, deslumbrante, en las sombras y
bajo las luces, siempre en los detalles del maquillaje y la lencería, con
gestos insinuantes que sabía eficaces a la hora de deslumbrar y ser primera
línea, pero no tenía voluntad de llevar encima la carga y el dolor, no estaba
de ánimo para dejar el cigarrillo y tomar aire, recuperar la sonrisa junto a la
compostura y encender el rostro, sonreírle a alguien que en la intimidad le
provocaba asco, cosa rara, la nuestra, comentaron una vez en la cocina del
sauna, somos como las enfermeras limpiando la mierda de gente que no conocemos,
enjuagándonos la boca por alguien que en la calle no tocaríamos ni con un palo.
Le habló pausadamente, en un susurro y sintió por primera vez que le tomaba
tímidamente la mano, y cuanta juventud, cuantos días por vivir, sin tanto vértigo
propio de la edad, de esa fiebre por devorarse el mundo, cuantos tropiezos
naturales, esa hermosura aún floreciente en el rostro, la costumbre de
acariciarle con ternura la frente, abrazando la esperanza de que ese brillo en
los ojos fijos en el techo, sean señal de gratitud o de emoción, un poco menos
rebelde, con menos euforia y más candor que aquella que lo impulsó a acelerar a
fondo aquella noche, la curva interminable hacia otra de la que todos dudan que
regrese. Le dijo mi amor, le regaló un guiño y con delicadeza, sin quitarle los
ojos de los suyos, comenzó a hacer círculos con la brocha espumosa para
afeitarlo y pasaron ante ella los segundos que separan una decisión correcta de
una que no lo es, y volvió a vencer el impulso de besarlo en la boca.
Dos días después supo lo que sucedió esa noche, de boca del Pitufo, que se
animó a venir, porque no le hizo caso al rumor que no salía, que de esta no se
salvaba. Con el cuerpo dolorido y rota el alma, escuchó lo que le contó in que
ella preguntara, aturdida aún por tantos flashes que la memoria no conseguía
ordenar con precisión y hasta dudó por su natural y muchas veces sabia
desconfianza, que esa historia hubiese sido armada por el negro para librarse
de sospechas y preguntas policiales, aunque acompañando el ritmo del relato,
las imágenes que prefería no volver a ver se presentasen ante ella tan reales
como ese frasco de suero, esas flores y el crucifijo sobre la cabecera de la
cama que miró con mucho esfuerzo la segunda noche de internación.
Empujó con los pulgares el maxilar inferior y ajustó la venda con un nudo en la
parte superior de la cabeza, un procedimiento al que no estaba acostumbrada,
pero como tantas cosas a las que una se acostumbra. Pensó en un mensaje de
texto pero primó la sensación de la frialdad de las palabras en la pantalla de
un celular y llamó. Lo dijo con voz pausada, sin ese engolamiento falso de los
que atienden el teléfono de las funerarias. Nunca supo si rezar o agradecer o
ambas cosas. Estiró las sábanas, acomodó algunas pocas pertenencias y guardó el
reloj para alejarlo de imprudentes tentaciones. Los gestos involuntarios no
espantaban la tristeza que sentía cuando la luz del sol envolvía la habitación
con una atmósfera rojiza. Rezó en silencio. No confiaba demasiado en su memoria
pero sabía que algunas fobias se iban enterrando lentamente en el olvido, y que
las noches dejaron de ser ajenas para que ella decidiera elegir sobre lo que
nunca hizo.
El volúmen de la música aturdía, dos veces dijo que no con la cabeza cuando le
ofrecieron cocaína de la mejor, de la pura, de la que no vas a inhalar en tu
puta vida, pero ya el ambiente era de una euforia intensa, desmedida, y ya
intuía que de ese coctail no iba a salir otra cosa que sexo y violencia. No
supo quien ni como la tomó de los brazos, pero volvió a ver al doctor
repitiendo su escena preferida, y el pañuelo de seda rodeando el cuello, el
ahogo, los golpes que escuchaba alrededor y los gritos desesperados de la
turca, todo se nublaba y solo atinó a tirar con fuerza de los extremos del
pañuelo, los ojos desorbitados del doctor, alguno de los cuatro que la tomaba
del pelo y la insultaba, largá perra, largá que lo vas a matar, aquella puntada
sorda en las costillas y el ruido de huesos, otra andanada de golpes y
puntapies cuando estaba en el suelo, la sangre que le brotaba de la nariz, el
tabique partido, la tomaban de los pies y de las muñecas, la llevaban con la
cabeza colgando mientras la sangre se atoraba en la garganta, el sonido de la
puerta de auto, el chillido de las gomas, la tormenta.
Abrió el espejo y se colocó rubor suavemente en las dos mejillas. Todas las
camas y los clientes se parecen. En la desnudez somos iguales, aunque cerca del
lugar donde se confunden los cuerpos, a nuestro alcance, estén aquellas cosas
que marcan las diferencias, el reloj, la billetera, las pequeñas fotos
familiares. Caminó por el pasillo para llegar al hall donde están los
ascensores, cuando se cruzaba con algún camillero, volvía a ella el recuerdo de
la primera noche, el dolor que se fue transformando en otro dolor cuando
pasaron los días y veía a su alrededor a los que tenían visita y a los que no,
a los que apenas dialogaban, a los que una sábana invisible los iba sepultando
poco a poco. Demasiada vida para morir tan solos. Y quizás se apiadó, o fue la
fuerza milagrosa de los rezos o la reconversión del alma de los que tocaron
fondo, pero apenas pudo ponerse de pie, visitó a la mas solitaria de sus
vecinas de sala, una mujer no muy mayor que en la primera noche le pidió que le
leyera una revista de chismes. Y leyendo la encontraron los familiares de la
enferma el primer domingo, leyendo en voz baja a una mujer que disfrutaba mas
de sus comentarios que de la lectura. Sintió una mano que le tocaba el hombro y
al girar encontró una sonrisa. Muchas gracias por esto que hace, nosotros no
podemos venir a verla. Y la pregunta tantas veces escuchada sonó distinta. Ya
no pensaba en los siete años de desgracia a los que la había sentenciado el
espejo roto. Y esa pregunta que le hicieron tantas veces, ahora le señalaba
otro destino. De boca de ese perfecto desconocido emergió la estrella que
señalaba otro camino, y no supo que decir porque no lo había pensado, como no
había imaginado que existía también esta necesidad humana de compañía, y el
olvido que con el tiempo sepulta todo, para darse cuenta que fue allí la
primera vez que le preguntaron cuánto cobraba por una hora.
4 a 0 - La culpa es de mi madre
La gorra me queda chica...

El Evangelio según Facebook

Gaita
desde tu magnífica visión nuestra ceguera,
no la hija del dolor y de la rabia,
sino la del espanto.
Yo vi que vos veías
que siempre tuviste tu lugar entre nosotros
y no son suficientes estas lágrimas
para esos gestos tuyos.
Recuperé tu voz aquella noche
volviendo de un letargo absurdo
en el que no hubo llamados,
encuentros, abrazos, emociones.
Y solo murmuraste mi nombre,
quebrando toda distancia,
llevándome a médanos, pinos y fogatas en un vuelo.
Yo vi que vos veías
el silencio lacerante, nuestro duelo
partiendo y compartiendo en tantas partes una torta
con nuestro partido corazón.
Yo vi que vos veías
lo mucho que nos duele
Un actor de mil oficios

Miles de anécdotas lo pintan de cuerpo entero porque en un currículum de 89 obras de teatro y 135 películas, la gente que lo vio trabajar y relacionarse ha aportado datos que confirman su grandeza.
Nació en 1938 en la ciudad de Pergamino, provincia de Buenos Aires. Hijo de inmigrantes italianos, asombró desde pequeño con su particular inteligencia y determinación.
A los siete años se escapó de su casa para unirse a un circo conde cumplió roles muy diversos: acomodador, payaso, equilibrista, foca. Sus caracterizaciones ya marcaban su destino. Huyendo y escondiéndose de sus padres fue cambiando los datos en sus documentos y papeles personales. En su museo se conserva una foto a los once años donde el pelo entrecano y los bigotes lo hacen aparentar una persona de avanzada edad.
En 1955 debuta en el cine dirigido por Oscar Carchano en la película Sinfonía de juventud, donde interpreta magistralmente a un changarín de la estación Retiro. Aunque la escena dura 7 segundos se percibe en el cuidado de sus gestos su valor profesional. Años mas tarde confesaría: ¨Estuve trabajando como maletero 6 meses en Retiro para esa escena.
Los críticos, siempre escépticos preguntaron si para 7 segundos que bien podrían haber sido suprimidos por el director en la edición trabajó 6 meses, no es una exageración?
¨Siete segundos es la vida de un actor¨ respondió antes de girar sobre sus tacos y emprender la retirada de la entrevista.
Su trabajo empieza a ser notable y tiene de parte de Leopoldo Torre Nilsson la primer advertencia sobre la inconveniencia de su apellido.
- Es muy largo… Acortalo a Pietro que está bien.
- Gracias Leo, pero no. Llevo una vida construyendo este personaje. Soy Pietrocarbone (declamaba) y como Pietrocarbone moriré.
Algunos directores afirmaban: no resulta tan difícil encontrar un papel a su medida como un título que deje en segundo plano su apellido. Hay obras donde no entra en el cartel.
¨Mi carrera fue meteórica, como el Halley. Un éxito cada 107 años¨
¨El actor se debe a su público antes que al almacenero que le fía¨
Para el papel de Domingo Faustino Sarmiento en ¨Feliz Domingo¨ estuvo dando clases durante meses en un colegio nocturno donde lo asaltaron tres veces y lo golpearon cuarenta y dos. Los ladrones no fueron apresados, los que lo golpearon fueron identificados como los dieciséis integrantes de su clase compuesta por 17.
Para componer la escena de la muerte de Sarmiento se pasó cuatro meses recorriendo hospitales viendo gente moribunda. Como cierra los ojos, como balbucea, como suspira. Es el primer actor argentino que utilizó el recurso de morir con los ojos abiertos, tema que la crítica de la época tomó con verdadero interés.
- Esa última mirada de Sarmiento, evoca algo?
- Evoca el paso de los años frente al pizarrón negro y ese fulgor de luz clara que anticipa un pasillo a otro mundo.
Famosa fue aquella anécdota de la cancelación del estreno de ¨El jardín de los cerezos¨ porque una ingesta de cerezas le provocaron una descompostura tremenda.
¨No sobreviviría a la televisión de hoy donde todo se hace tan rápido. Cuando me ofrecieron ¨El Rafa¨ y dije que antes tenía que vender diarios durante dos meses y vi sus caras, me di cuenta que este medio hace todo con la cultura de las comidas rápidas y así les va.
Su tercer esposa, la actriz Azucena Dalton, detalla pormenores escabrosos de sus últimos años de convicencia en su libro “Eras Pietrocarbone a secas”. “No existía profesión que él no pudiese interpretar hasta que lo internamos. Se rompió un caño en casa y dijo: plomero es un fácil papel pese a mis ruegos. Dejó al barrio sin luz durante una semana.”
“Me separé de él cuando vi que la locura ya lo había desbordado. Me enteré que quiso ser salvavidas en San Bernardo y todo el desastre que ocasionó y me parecieron patéticas las fotos de sus ademanes cuando lo sacaron los bañeros y la gente aplaudía. Al principio era gracioso verlo ponerse el delantal para ayudar a los chicos en sus tareas escolares, pero luego se transformó en una pesadilla cuando hizo colgar esa enorme campana con la que llamaba a recreo en el medio del living.”
Los premios Pietrocarbone a la actuación, hoy revalidan la jerarquía de un actor multifacético, prolífico, inolvidable. Proximamente en librerías: “Los mil oficios de Pietrocarbone”
Siete clavos
Una tía particular

Veneno

Los vuelos

Dicen los astros

Es posible que allí mismo haya observado el cielo estrellado y la inmensidad de la noche como nunca antes.
Volvió a Buenos Aires para trabajar en el centro de especialización más importante en cardiología: la Fundación Favaloro.
Decidió compartir el departamento con una amiga que una noche organizò una fiesta a la que ella misma no acudió. Con la angustia y el malestar de recibir gente desconocida y no tener nada para servirle, decidió encerrarse en su cuarto a descansar. Cuando ya se había colocado el pijamas alguien tocó a su puerta. Al abrir vio a un hombre que le dijo con seguridad: “Vos sos mi alumna. Esta es mi dirección y te espero el jueves a las seis para la primer clase”. Cerró la puerta para envolverse en el más profundo desconcierto.
Pero a pesar de la distancia, de la inseguridad del barrio y la pobreza del rancho donde había sido citada, fue puntual. Grande fue su asombro cuando al entrar descubrió que en esa casa, que parecía ser víctima del abandono, había una de las bibliotecas mas deslumbrantes que había visto hasta el momento.
Sin salir del aturdimiento que comenzó con los golpes en la puerta de su cuarto una semana antes, sería ésta, hasta el amanecer, su primer contacto serio e introductorio al mundo de la astrología.
Cada nueva cita fue parte de un rito, y sin darse cuenta, comenzó a descifrar las líneas del destino humano que las estrellas en el cielo reflejan. ¿O es al revés?
Rodeada de enfermos graves, sumó a la historia clínica, la lectura que le revelaban la fecha y hora de nacimiento del paciente. Naturalmente, esa capacidad nueva y hasta hacía un año desconocida, le proporcionó eficacia en los diagnósticos y prestigio entre sus colegas, que no dudaban en consultarla cuando el tratamiento aplicado a algún paciente no proporcionaba avance ni mejora.
Las buenas interpretaciones hicieron que el mundo dejara de circunscribirse a enfermos cardiovasculares. Y siguió acertando con otros diagnósticos menos graves e inexorables, sin saber que uno de esos hallazgos la alejarían de su maestro, que sí leyó con anticipación la bifurcación del camino y hasta el detalle minúsculo de una botella de vino sin abrir reservada para la reconciliación en otros tiempos que aún no llegaron.
Cuando la saludé, después de un tiempo de no verla, porque vive en Córdoba, en Characato, al que se accede tras 30 kilómetros de tierra, en una casa que ella misma diseñó, orientó y edificó, en el suelo que igual que el Tibet se encuentra entre los más antiguos del planeta, me dijo: “Yo le dije a Mónica que volvería a Neuquén sin vos”.
En la calidez del living de la casa de un amigo contó su historia en medio de 9 pares de ojos que la seguían en cada silencio. La noche era estrellada.
Pensé si el destino está trazado y solo resta interpretarlo y pensé en la línea de cada uno de los destinos de quienes escuchábamos en ronda, en nuestras líneas invisibles que convergen en algún lugar, en algún tiempo, como las nuestras esa noche.
Y de esa convergencia natural a esta línea finita de mi escritura y de esta a la tuya que lees este texto, justamente ahora.
Indignación

Esta tarde vi llover

Como perro y gato

